jueves, 17 de marzo de 2016

Reflexion de Hoy- Jueves 17-03-16 (Meditación: Juan 8, 51-59).

Meditación: Juan 8, 51-59. Autor: Fuente: la-palabra.com Para los contemporáneos de Jesús era ya bastante difícil aceptarlo como profeta o incluso

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Meditación: Juan 8, 51-59.

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Fuente: la-palabra.com

Para los contemporáneos de Jesús era ya bastante difícil aceptarlo como profeta o incluso como el Mesías; pero él les propuso un desafío aún mayor: creer que era el Hijo de Dios, capaz de comunicar la vida divina (Juan 8, 51; 5, 19-27). Esto significaba que era uno con el Altísimo, una identidad que ningún otro ser humano tenía.

Cuando Jesús dijo "Yo les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy" (Juan 8, 58), afirmaba algo mucho más significativo que decir solamente que había existido desde antes que Abraham. "Yo Soy" era una expresión entendida como el "nombre" de Dios, y así aparece en varios pasajes de la Escritura, como Isaías 43, 11; 45, 18, aunque no siempre se diga claramente. Entonces, al presentarse como "Yo Soy", Jesús se identificaba claramente con Dios.

Del mismo modo, en la "Sabiduría personificada" que leemos en el libro de los Proverbios, Jesús estuvo presente con Dios en todo el proceso de la creación (Proverbios 8, 27-31), permaneció siempre con Dios (Juan 1, 1-5) y jamás dejará de ser Dios (Apocalipsis 11, 15). El Plan del Padre para rescatar a su pueblo del pecado y de la muerte incluyó invariablemente a su Hijo, el cual siempre permaneció en la más estrecha comunión y el más completo acuerdo con el Padre en cuanto a la salvación que él llevaría a cabo en el mundo.

Todos estos conceptos pueden parecer sumamente teóricos y abstractos, pero llevan consigo algo muy concreto que puede comunicarnos salud y promesas. Por el hecho de que Jesús es Dios, podemos poner nuestra vida en sus manos con absoluta confianza; porque él nos ama con un amor que comenzó desde antes de la creación y que se manifestó más plenamente en el sacrificio de su muerte en la cruz en rescate de cada uno de sus hijos. Y todo esto porque su amor es eterno. Jesús es el Hijo del Padre, eternamente fiel, que no abandonará jamás a los que hayan confiado en él; por eso, cada día al enfrentar los desafíos cotidianos, si nuestra fe se siente zarandeada, mantengámonos firmes recordando que Jesús no cambia jamás y que él es el mismo ayer, hoy y siempre (Hebreos 13, 8).

"Jesús, Señor y Salvador mío, sé que me has conocido desde antes de que yo naciera; por eso te confío totalmente mi vida, sabiendo que jamás quedaré defraudado."

Génesis 17, 3-9
Salmo 105(104), 4-9

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