miércoles, 6 de mayo de 2015

Reflexión de Hoy- Miércoles 06-05-15 (Meditación: Juan 15, 1-8).

Meditación: Juan 15, 1-8. Autor: Fuente: a-palabra.com "Yo soy la vid verdadera." (Juan 15, 1) Saber que no tenemos que bregar solos en esta vida

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Meditación: Juan 15, 1-8.

Autor:
Fuente: a-palabra.com

"Yo soy la vid verdadera." (Juan 15, 1)

Saber que no tenemos que bregar solos en esta vida es reconfortante. Por muy aislados o débiles que nos sintamos, la verdad es que el Señor está con nosotros y nunca nos abandona. Él es "la vid verdadera" (Juan 15, 1), por eso podemos tener la plena seguridad de que recibiremos cuanto necesitamos para crecer en fe y fortaleza. El Padre es el viñador, de modo que todo lo que nos sucede, ya sean cosas agradables o difíciles, vienen a ser instrumentos que nos van moldeando a medida que él nos poda.

Como ejemplo del efecto que produce el hecho de permanecer en Cristo, consideremos la iglesia primitiva que describe San Lucas en Hechos 9, 26-31. Por ejemplo, ¿de dónde recibió Saulo (más tarde San Pablo) la valentía y la convicción, no sólo para dejar de perseguir a la Iglesia, sino para tomar un rumbo diametralmente opuesto y llegar a ser uno de los principales apóstoles? Su encuentro personal con Cristo resucitado lo transformó radicalmente, pero tenía muchos años de orgullo y prejuicios de los que Dios debía purificarlo para hacerlo un instrumento humilde y dócil a la gracia. ¿Fue difícil este proceso? Seguramente sí, pero Pablo decidió soportarlo, porque ya había experimentado el amor de Cristo (2 Corintios 5, 14).

Pensemos también en los discípulos de Jerusalén, cuando Pablo llegó para reunirse con ellos. ¿Qué les hizo creer que la conversión del que conocían como fariseo y perseguidor era auténtica? Por su fe firme en Cristo, los discípulos pudieron olvidar lo que había sucedido antes y aceptar a Saulo como hermano. Por supuesto, no fue fácil, pero sabían que Cristo puede transformar la muerte en vida y esta convicción les permitió correr el riesgo. La historia misma es testigo del fruto que produjo tal decisión.

En efecto, Dios está tan interesado en la salvación de sus hijos que protege a todo el que se acoge a él con el deseo de ser purificado. Acerquémonos hoy al Señor y pidámosle la gracia de seguirlo dondequiera nos lleve.

"Padre celestial, te damos gracias por incorporarnos al cuerpo de Cristo, como ramas de la vid verdadera y concédenos fuerzas para dar frutos de amor. Ayúdanos a superar la desconfianza y la incredulidad, para que no obstaculicemos la obra de tus manos, sino que nos alegremos por el amor que has demostrado a todo tu pueblo."

Hechos 15, 1-6; Salmo 121, 1-5

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