miércoles, 14 de octubre de 2015

Reflexión de Hoy- Miércoles 14-10-15 (Meditación: Lucas 11, 42-46).

Meditación: Lucas 11, 42-46. Autor: Fuente: la-palabra.com En este Evangelio vemos que Jesús, que era el invitado principal, actuó de una manera mu

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Meditación: Lucas 11, 42-46.

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Fuente: la-palabra.com

En este Evangelio vemos que Jesús, que era el invitado principal, actuó de una manera muy extraña por lo que le dijo a su anfitrión. En realidad no estaba atacando a los fariseos en forma personal, sino las actitudes que éstos llevaban en el corazón. Jesús censuraba la ciega adhesión que tenían a la ley de Moisés, porque quería demostrarles cuál era el verdadero espíritu de la ley. Los fariseos y los doctores de la ley eran estudiosos de las escrituras hebrea, pero Jesús quería que ellos se dieran cuenta de que el Reino de Dios se refiere más a las relaciones personales que a las reglas y preceptos. El desafío no era simplemente dar el diezmo, sino amar al Señor y ser justo con el prójimo. El valor esencial de cumplir los mandamientos de Dios no era demostrar uno su propia santidad, sino amar a Dios y permanecer fiel a su alianza de amor con Israel.

A diferencia de estos doctores de la ley, de quienes Jesús decía que ni siquiera levantaban un dedo para ayudar a llevar las cargas que ellos mismos imponían a los demás, Cristo llevó nuestras cargas y soportó todos nuestros dolores y aflicciones en la cruz. Jesús no era como estos fariseos, que limpiaban los vasos por fuera, pero no por dentro; en cambio él mismo vino a limpiarnos desde el interior, a purificar nuestro corazón y acercarnos a su lado. Jesús no sólo nos dijo cómo actuar, sino que él mismo se ofreció en sacrificio para que fuéramos capaces de observar sus mandamientos.

¡Esta fue la razón de la Encarnación! Jesucristo vino a ser uno con nosotros, a permanecer a nuestro lado, para que fuéramos como él y viviéramos a su lado para siempre. Cada día, Jesús está con nosotros para ayudarnos a llevar nuestras cargas y prodigarnos su gracia divina. Cuando regresó al Padre, no nos dejó abandonados, sino que nos dio su Espíritu Santo para que fuera nuestro Consejero, y nos dejó su Cuerpo y su Sangre en la Sagrada Eucaristía. Lo hizo porque nos ama mucho. Y lo que a nosotros nos toca hacer ahora es amar de verdad a nuestro Señor y amar también al prójimo. De esta manera cumpliremos el deseo del Señor y él nos recompensará con gran alegría en nuestro corazón.

"Jesús, Señor y amor de mi alma, te entrego todo mi corazón. Te doy gracias por llevar mi pecado sobre tus hombros y cargar mis errores y faltas; te doy gracias por amarme tanto que llegaste morir por mí. Ven, Señor Jesús, te ofrezco el trono de mi corazón."

Romanos 2, 1-11
Salmo 61, 2-3. 6-7. 9

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