domingo, 28 de diciembre de 2014

Reflexión de Hoy- Lunes 29-12-14 (Meditación: Lucas 2, 22-35).

Meditación: Lucas 2, 22-35. Autor: Fuente: la-palabra.com "Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido." (Luc

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Meditación: Lucas 2, 22-35.

Autor:
Fuente: la-palabra.com

"Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido." (Lucas 2, 29)

Simeón era un "varón justo y temeroso de Dios" (Lucas 2, 25), completamente entregado al Señor. Pasaba mucho tiempo en el templo, disfrutando de las oraciones y las ceremonias que allí se realizaban.

Pero la vida espiritual de Simeón no se limitaba a la observancia religiosa; su asidua presencia en el templo era una clara expresión de su anhelo de Dios. Seguramente, al despertar cada mañana, decía: "Aquí estoy, Señor. ¿Qué quieres decirme hoy?" Por su constante vigilia frente a Dios, "movido por el Espíritu, fue al templo" (2, 27). Simeón conocía bien las Escrituras y confiaba en que Dios cumpliría sus promesas; esperaba al Mesías y sabía —también, por la acción del Espíritu— que "no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor" (2, 26-27).

¿Cuánto te pareces tú a Simeón, querido lector? Cuando Dios mira dentro de tu corazón, ¿ve allí fe, obediencia o entrega? ¿Ve una persona dócil a su Espíritu Santo? No te preocupes si no has llegado aún a esa etapa. Sólo confía en que, si le ofreces tu vida a Dios cada día, él te moldeará hasta hacerte similar a Simeón.

Para mantener la mirada fija en esta meta, te sugerimos tomar ciertas medidas prácticas. Cuando reces, recuerda que tú eres un tesoro único para el Señor; confía en la verdad de que Dios tiene un plan especial reservado para tu vida; cuando leas la Escritura, hazle preguntas y espera a que Dios te revele su fidelidad y su amor. Varias veces al día, haz un alto en tus actividades y dile al Señor cuanto lo amas y lo necesitas; renuncia a dejarte dominar por los temores y él infundirá confianza en tu corazón. Guarda silencio y escucha: el Señor desea hablarte como le habló a Simeón; posiblemente quiera enseñarte a orar por alguien, abandonar algún antiguo hábito de pecado, hablarle a algún vecino acerca del amor de Dios o ayudar a alguien que lo necesite.

Entonces, cuando escuches la voz del Espíritu, decídete a obedecerle. Cuando Simeón obedeció, vio el rostro de Jesús. ¡No deberías tú esperar menos, porque Dios quiere que todos los ojos contemplen su salvación!

"Amado Señor, quiero verte con mis propios ojos. Sólo en ti voy a encontrar verdadera paz y alegría. Infunde tu luz en mi corazón para que yo reciba la gloria del Padre. ¡Cristo, tú eres mi esperanza de gloria!"

1 Juan 2, 3-11

Salmo 95, 1-3. 5-6

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