Saberse necesitado de Dios.
Autor: P. Cipriano Sánchez LC
Isaías: 25, 6-10.
San Mateo: 15, 29-37.
San Mateo: 15, 29-37.
Adviento. Permitamos que Cristo entre en nuestro corazón para que sea Él quien guíe nuestra vida.
“¿Dónde
vamos a conseguir, en este lugar despoblado, panes suficientes para
saciar a tal muchedumbre?”. Este párrafo del Evangelio nos ubica en una
dimensión del Adviento muy básica: el hecho de que cada uno de nosotros
tiene que saberse necesitado de Dios.
Es
muy fácil decir “yo necesito a Cristo”, “el Señor es alguien importante
para mí”, “Él me hace falta”. Pero, cuántas veces, la experiencia nos
lleva a la afirmación contraria, nos lleva a pensar que somos hombres o
mujeres que podemos bastarnos a nosotros mismos. En muchas ocasiones
esto no lo hacemos de una forma consciente, pero sí de una forma
escondida dentro de nuestro corazón. Y tenemos que tener muy claro que
por el hecho de estar escondida, no significa que no sea efectiva y
válida.
No
basta saber que uno está alejado de Dios, tenemos que sabernos
necesitados de Él. Solamente puede llegar a Belén, puede encontrarse con
Cristo, aquel que lo necesita. Si no es así, es como si uno de estos
tullidos, ciegos, lisiados o mudos, de los que nos habla el Evangelio,
dijese: “Estoy tullido, estoy ciego, estoy lisiado o estoy mudo, pero yo
de Jesús no necesito nada”.
¿Qué
significa necesitar a Cristo? Significa, en primer lugar, darme cuenta
que Él tiene que ser el elemento fundamental de mi vida. Él tiene que
convertirse en criterio, en norma, en ley, en orientación de mi
existencia. Cristo tiene que ser el punto de referencia al cual yo le
pregunto, con el cual yo me confío, con el cual yo me presento.
Necesitar
a Cristo, por otra parte, significa estar dispuesto a poner el remedio
que Él me quiera indicar, estar dispuesto a asumir todo lo que Él me
pida. Cuántas veces nos creemos muy inteligentes y, entonces, tomamos de
Cristo lo que nos conviene tomar, la parte que nos interesa, la parte
que nos satisface. Cuántas veces soy yo el que le dice a Cristo lo que
necesito, en vez d e dejar que sea Él el que me lo indique. Cuántas
veces no le damos a Cristo la libertad para que sea Él el que nos diga:
“Esto es lo que tú necesitas”. Cada uno de nosotros tendría que revisar
cuáles son las condiciones que le quiere imponer a Cristo, y preguntarse
si nada más necesita un trocito de Cristo o lo necesita totalmente.
Pidámosle
a Nuestro Señor que nos conceda la gracia de sentirnos necesitados de
Él. Permitamos que Cristo entre en nuestro corazón para que sea Él quien
guíe nuestra vida, porque sólo así estaremos en el camino verdadero que
conduce al encuentro con el Señor en Belén.
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