Cuando un familiar, un vecino, un amigo, se muere, solemos venir a la Iglesia a rezar por él. Le recordamos y le encomendamos al Señor. Y cada uno hace eso con los suyos. Pero hay un día, el día de todos los difuntos, en que salimos de lo estrictamente nuestro, para ampliar nuestra oración a todos los difuntos.
Si ayer decíamos que era un día simpático, al recordar a todos los santos juntos, pienso que hoy es un día generoso, en el que superamos los lazos de familia, de amistad y de vecindad, para ampliarlo a todos los difuntos, incluso a los que no conocemos. Si es bueno rezar por todo el mundo, aunque no conozcamos a toda la gente que vive en él, también es muy bueno rezar por todos los difuntos, aunque a la inmensa mayoría no los conocemos.
Por otra parte, este día nos trae el recuerdo de los seres queridos, el tiempo pasado con ellos, el cariño dado y recibido. Y ese recuerdo, junto con la oración por ellos, nos acerca nuevamente, a pesar de la distancia y el tiempo. Es una costumbre y una tradición loable, el llevar flores al cementerio, en estas fechas. Darle al cementerio un aspecto menos lúgubre, menos triste, adornándolo de los variados colores de las flores, es algo que viene muy bien, para quitar esa idea de desolación que tienen los cementerios. Pero con ser bueno esto, no es suficiente, ni lo más importante.
Lo primero es ayudar a los difuntos con nuestra oración. Cuando visitamos un cementerio y vemos algunas tumbas deterioradas, abandonadas, sucias, sin cuidar, pensamos, o bien que aquel difunto ya no tiene familia cercana que pueda ocuparse de esos menesteres, o bien que, si los hay, los tienen olvidados. Pues bien, Puede darse el caso de que una tumba esté muy florida y cuidada pero que sus allegados, no recen nunca por sus difuntos. Sería una pena que se les privase de lo más importante, que es la oración.
Pero como decía al comienzo, hoy es un día para sentirse cercano a todos los difuntos, y rezar por todos. De esa manera, nuestra oración tendrá un sentido más universal, y más generoso.
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