Autor: Omar A. Jimenez Castro. Fuente: www.mensajespanyvida.org
Viene a mi memoria la época de mi juventud, donde con mi grupo de jóvenes -no tanto en edad pero sí en espíritu- hacíamos muchísimas actividades y viajes increíbles. Recuerdo que la mayoría de la veces, sino todas, viajaba en bus, taxi, o lo que yo pudiera hasta dejar incluso el trabajo para asistir como organizador del grupo en aquella época.
En una ocasión antes de montarnos a una estación de trenes de Nueva York, en donde asistiríamos a un desfile de Nuestra Madre María, por ser la mayoría costarricenses, nos tocaba llevar la imagen de la Virgen de Los Ángeles. Antes de montarnos, escuchamos una voz a gritos, que nos decía "no, yo sé que son de Jesús, pero yo no voy a cambiar".
No se imaginan la impresión que tuvimos, nos quedamos sorprendidos y contentos, "no puede ser", nos dijimos, pero fue una realidad hermosa.
Eso ocurrió dentro de la estación, cuando transitaba tantísima gente y ahí estábamos nosotros, la gente se nos quedaba mirando y ese señor que gritaba desconsoladamente. Aun cuando lo recuerdo me da un sentimiento hermoso.
Les quiero hacer recordar esta anécdota de que ojalá mis hermanos, que la gente sienta eso de nosotros. Dejemos ese sabor de que en verdad somos de Jesús porque nuestro vivir es como si realmente Él existiera. Recuerdo que este señor estaba tocando con su guitarra en la cual recogía su limosna, y dejó de hacerlo para comenzar a gritar; creo que fue más de fe que ese Jesús podía hacer algo por él y que en ese momento nuestro grupo seguramente reflejaba que Él, Jesús, estaba ahí con nosotros.
Pidamos a nuestro PADRE, que podamos de verdad cambiar nuestro ser para reflejar a Aquél que es el único que puede hacernos completamente feliz y amarnos tanto que puede saciar todas nuestras necesidades emocionales y espirituales.
Seguramente ese señor estaba como aquel ciego que deseaba que pasara Jesús cerca para gritarle con todas fuerzas que tenga compasión de él porque necesita tanto de Él.
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